Había una vez en un reino muy muy lejano, un hermoso castillo donde príncipes y princesas habían sido invitados al baile anual de otoño.Cada año el gran foso de entrada al castillo se convertía en una espectacular pasarela donde princesas de todos los reinos lucían sus mejores galas.
Este año el baile de otoño era un auténtico foco de color donde los tonos rosas, grises, burdeos, rojos y azules se combinaban con delicados bordados y tapices propios de las casas reales más exquisitas. Looks con toques afrancesados se entremezclaban con otros de aires british y cuadros escoceses.
Destacaban sus faldas abullonadas y alegres volantes que bailaban al movimiento de sus majestuosos andares. Sus suaves tejidos y espléndidos tules daban ganas de acariciarlos sin parar, así como sus hermosas lazadas y mangas acampanadas. ¡Nadie era capaz de apartar la vista de ellas!
Cada reino estaba orgullosos de sus representantes reales y sobre todo las firmas que las vestían: Eve Children, Foque, Ancar, Nekenia, Fina Ejerique, Nueces Kids, Eva Jérez, Rochy, Dolce Petit y Aiana Larocca... Entre otras.
Pero una vez acabado el desfile de entrada, nadie sabía qué pasaba en el baile. Solo aquellos que acudían y tenían invitación conocían los secretos e historias que pasaban aquella mágica noche del baile de otoño.
Mientras tanto el resto de habitantes de aquel lejano reino se marchaba a dormir, esperando a que llegase el próximo baile para ver a tales ilustres princesas y príncipes.
Y colorín colorado...